Así como en tu vida física es imposible que estés saludable sin una buena alimentación, nuestra mente necesita un buen alimento, a través de las buenas emociones.
Cada día la madre se levanta y observa a su bebé, obsequiándolo no solo con su alimento, sino también con las palabras y caricias que lo despiertan al nuevo día.
Cuando nos hacemos mayores seguimos necesitando de esos alimentos emocionales que, por unas circunstancias u otras, puede que ya no tengamos tan a mano. Lo que una persona madura tiene que aprender, es que debe poner algo de su parte para cuidar sus emociones saludables y encontrarlas no solo en los demás, sino, sobre todo, en si mismo.